Si paseas por la calle San Miguel hacia la Playa del Bajondillo, entre tiendas de artesanía y souvenirs, te encontrarás con el principal monumento de Torremolinos, se trata de una gran torre, de unos 12 metros de altura, conocida como la Torre Pimentel o de los Molinos, que por tanto es la que da nombre a la ciudad: torre Molina, la torre que defiende los molinos.
Su historia
Construida entre los siglos XIII y XIV por la dinastía musulmana nazarí, se trata de una de las torres de vigilancia costera que jalonaban la frontera con el Mediterráneo. A su alrededor se ubicaban distintos molinos, que empleaban la fuerza que les suministraba el agua encauzada desde los manantiales que se encuentran a pie de monte en las estribaciones de la Sierra de Mijas.
Se trataba de un enclave estratégico de primer orden, pues esta torre era la encargada de avisar de los peligros que se producían en la costa occidental, mediante señales, a las defensas de la capital, Málaqa, así como proteger una serie de molinos y un punto para realizar aguada tan necesaria para el abastecimiento de embarcaciones.
En los repartimientos de 1497 que realizan los Reyes Católicos tras la conquista de Málaga, se citan tanto la torre como los molinos como parte de una concesión o premio a Rodrigo de Pimentel por sus servicios militares durante la contienda, aunque este no tomó posesión de los mismos, pasando a propiedad municipal. Esto mismo ocurrió en otros enclaves costeros dado el coste que representaba su mantenimiento y su peligrosidad por la piratería.
La torre ha mantenido su uso como elemento defensivo a lo largo de toda la época moderna y contemporánea, siendo por tanto mantenida y reformada según las necesidades de cada época, cerrándose algunos huecos de ventanas y abriéndose otros. Desde su posición privilegiada al borde del acantilado que domina la barriada del Bajondillo, ha sido testigo de la evolución de este barrio molinero. Rodeándola se encontraban los molinos del Rosario y de la Torre, por debajo el molino de Bóveda que aún conserva hoy gran parte de su estructura primitiva. Les seguían los molinos del Pato, Caracol, Esperanza, Gloria, de la Cruz, el Nuevo y ya en la mismísima arena de la playa el Molino del Peligro.
Uno de los episodios más destacables de la historia de este barrio molinero fue su destrucción en 1704 a manos del almirante de la armada inglesa que acababa de tomar Gibraltar, Sir George Rooke, el cual, tras atacar el puerto de Málaga, decidió realizar aguada en Torremolinos y debilitar estratégicamente a la capital destruyendo los molinos que la alimentaban. Para evitar nuevos ataques se colocaron junto a la base de la muralla una batería de cañones en 1755. Hecho que da origen al topónimo Mirador de las cañoneras al espacio donde se ubicaron estos cañones justo al borde del escarpe delante de la torre.
El barrio siguió con su actividad molinera hasta el primer tercio del siglo XX. Cuando con la segunda traída de aguas a Málaga, Torremolinos pierde la fuerza motora de su principal industria y pasa poco a poco a reinventarse con algo tan novedoso como el turismo.